Cuatro venganzas. Cuatro castigos. Cuatro historias que no podrás olvidar.«1922» es el primer relato de este cuarteto hipnotizador y desasosegante. El desconocido que habita en Wilfred Leland James despierta el día que su esposa, Arlette, le anuncia que planea vender el terreno que acaba de heredar y trasladarse a la ciudad. Sus palabras lo empujarán hacia la locura, el asesinato y el más agudo de los remordimientos. En «Camionero grande» Tess, una escritora de novelas de intriga, se ve obligada a aceptar la ayuda de un desconocido cuando, una mañana, tiene un pinchazo. El hombre la violará y abandonará al pensar que está muerta. Pero Tess vive y su venganza será terrible. «Una extensión justa», nos presenta a Harry Streeter, un enfermo de cáncer que hace un desconcertante pacto para evitar la mortal enfermedad. Y finalmente conoceremos a Darcy Anderson en «Un buen matrimonio». Darcy lleva veinte años casada con Bob. Su vida es tranquila, algo aburrida, hasta que un día, trasteando en el garaje, descubre una caja de su marido cuyo contenido es tan horrendo como el interior del hombre con el que comparte casa.Una lectura terrorífica para las noches más oscuras.«¿Todo oscuro? ¿Sin estrellas? Mentira. Porque en estos cuatro relatos hay siempre una luz que ilumina las salpicaduras de sangre.»ABC«Relatos perturbadores.»La Voz de Galicia
Anne Tyler (Pulitzer 1989) desarrolla en esta deliciosa novela una nueva faceta de su gran comedia humana: la de los profetas sin Dios y las doncellas sin caballero andante.
Morgan Gower, un hombre solitario y lleno de afanes redentores, trabaja en una ferretería del norte de Baltimore. Tiene siete hijas y una amante esposa pero, a medida que se acerca a la mediana edad, se da cuenta de que su vida familiar le resulta cada vez más tediosa. Justo entonces Morgan se encuentra con una adorable pareja de recién casados en unas circunstancias nada convencionales, y los tres descubren que ninguno de sus corazones está a salvo...
Rodrigo Fresán, en Babelia (El País) dijo...
«El tránsito de Morgan, Reunión en el restaurante Nostalgia, El turista accidental y Casi un santo son como novelas de John Irving, pero en las que el fatalismo vence a lo grotesco, en las que sus familias disfuncionales no arrancan carcajadas sino sonrisas y donde las situaciones se suceden con la cadencia de un melancólico vals y no de un avasallante himno de batalla.»