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13 OCT

¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa?

¡Pues no! Te contaré "La pipa mala" y "Un huevo muy bueno"
¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa?

Pertenezco a la generación de los 80 y si tú también rondas los 40 me entenderás, seguramente también hayan jugado con tu impaciencia, seguro que a ti también o, más bien tampoco, te han contado el cuento de la buena pipa…

  • “¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa?”
  • ¡Sí!
  • Yo no digo que ¡sí!, yo digo que si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa…
  • ¡Que sí!
  • Yo no digo ¡que sí!, yo digo…

... y un etcétera tan largo como el aguante de emisor(a) o receptor(a) permita.

Será buena pipa, ¡¡¡pero qué mala leche!!!.

Pues bien, de los no creadores del cuento de la buena pipa, llega “El cuento de la mala pipa”. Ella era buena, que conste. Tuvo una mala experiencia que no supo gestionar, y en el peor de los momentos alguien le dijo que era mala; le creyó…

Acostumbramos a etiquetar, a diferenciar entre buenos y malos a niños y niñas prácticamente desde que nacen. El mundo es demasiado complejo, las personas somos demasiado complicadas y nos resulta mucho más fácil simplificar la realidad.

Nos olvidamos de que hay una diferencia muy importante entre ser malo, y actuar de un modo inadecuado.

El efecto Pigmalión es un fenómeno que describe cómo la creencia que una persona tiene sobre otra puede influir en la conducta de esta última. Deberíamos reflexionar sobre la importancia de las etiquetas ya que pueden condicionar y repercutir en el comportamiento, y sobre todo, no deberíamos asignarlas tan gratuitamente.

“No puedes ser malo, hay que ser bueno, ¡pero ojo! demasiado bueno tampoco, porque si no eres tonto”

¿Dónde está el equilibrio?

“Un huevo muy bueno explica que lo es correcto es ser amable con los demás, pero empezando siempre por uno mismo.

Dicen que el temperamento viene marcado por los genes. Puedes ser nervioso, asustadizo, intranquilo (malo)… o, por el contrario, ordenado, responsable, obediente (bueno)… Pero ¿y si no vemos el estrés o la frustración que se puede generar escondido bajo la alfombra de la obediencia y su deseo de ayudar y agradar?

Quererse y aceptarse, con nuestras luces y sombras. Perdonarnos nuestros defectos, permitirnos estar tristes a veces. Ni buenos, ni malos, en continuo aprendizaje, pero sobretodo fieles a nosotros mismos. Nunca es demasiado pronto para aprender esto.

Paula Huelga

 

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