Un exilio voluntario compone una oda estructurada a través de la evocación de los siete días de la semana («El calendario madrugador del lunes», «El café de la templanza del miércoles», etcétera), a la manera de un diario lírico. Lauren García practica una poesía de largo aliento, de ritmo sostenido y con amplios matices, que canta y exalta la vitalidad como gesto de rebeldía: su apuesta se centra en huir de la mediocridad cotidiana. En consecuencia, la perspectiva del sujeto lírico corresponde a la de un solitario y un soñador, alguien que lucha con denuedo para no dejarse vencer por la alienación, el consumo y la monotonía. La poesía se constituye en un refugio y en una razón de ser. Surgen, en distintos momentos del día, cantos a la mujer, a los viajes y a la juventud, aunque ya todo esto sea fundamentalmente tan sólo memoria o imaginación. Mas lo vivido, en última instancia, siempre valdrá la pena, pues se celebra la poesía como poder liberador: un bálsamo para los individuos más sensibles, aquellos que, de otra manera, serían dañados irreparablemente por la ignominia, el lucro y las convenciones sociales.