El amor, por ejemplo: «Y fueron felices y comieron perdices». Pues este libro habla de eso, del comer y de las perdices. Habla del masticar, morder, desgarrar, acuchillar, cocer, asar, «Melibea, el que quiere comer el ave, quita primero las plumas», carnes crudas y carnes ajadas, tendones, nervios, huesecillos que atacan las caries, la grasa que se escurre, los dedos que se pringan, el mantel que se ensucia, es decir, habla de la convivencia, del matrimonio y de otros accidentes semejantes. Este libro, que reúne dieciocho relatos, trabaja las pequeñas pasiones, el lado turbio del vivir y el sobrevivir: el rencor, los celos, el hastío, la mezquindad, el egoísmo depredador, el pequeño odio de cada día dánosle hoy y nosotros no perdonamos a nuestros deudores así como ellos no nos perdonan nuestras deudas e hipotecas. Una mirada inmisericorde, más cruelilla que cruel, «sin acritud», como dijo aquel. Alegre incluso. Y una advertencia final: está escrito en castellano y no en telecastellano.