Si en 1867 Marx señalaba en «El capital» que el trabajo era unanecesidad natural del ser humano, en 1883 su yerno Paul Lafargue seapresuró en vindicar un derecho a la pereza. Desde entonces, eltrabajo ha constituido tanto la forma de vida como la dominacióngeneralizada en las sociedades capitalistas, sin dejar siquiera unapausa para preguntarse si acaso la existencia continuaba más allá dela fábrica. «Hago películas para ocupar mi tiempo», escribió más tarde Marguerite Duras. «Si tuviera la fuerza de no hacer nada, no haríanada. Como no tengo la fuerza de no ocuparme de nada, hago películas», sentenció.
Este ensayo recorre las tentativas de artistas yescritores que han criticado la ideología de la productividad y handefendido a ultranza la ociosidad y la pereza como forma deresistencia al gobierno de nuestras vidas. Desde sus obras, lainacción y la inoperancia constituyen la forma más alta de disidencia, en un cruce entre estética y política que no entiende derevoluciones, pero sí de la felicidad de los tiempos muertos.
Un libro exquisito al alcance de todo lector que aspira a componeruna te