Los personajes de Las malas compañías tienen en común la solidez con que afrontan el absurdo devenir de la vida cotidiana, tanto en su asunción de las nuevas tecnologías como en su inevitable relación con otros seres humanos que, de alguna manera, comparten su existencia.
«Vengo diciendo desde hace años que realidad y ficción son los ingredientes de dicha existencia y que solo cuando seamos capaces de asumirlo como algo natural podremos comprender y hasta razonar la paradoja de lo imposible en que a veces se resuelve la vida. Esto no es nuevo, pero no conviene olvidarlo pues de ello dependen el rigor y la templanza de nuestra memoria.»
(Aurelio Loureiro)
Loureiro regresa al relato con la convicción de no hay género literario más proclive a demostrar que no hay vida sin ficción y viceversa y que el mito de la verosimilitud se convierte con frecuencia en un recurso de medio pelo que atenta contra la propia literatura. Todo es posible en el territorio literario y, como tal, en el recuento de nuestra vida propia.