Todos encontramos momentos de felicidad de la forma más inesperada o más rutinaria y deberíamos dejar que nuestro espíritu se alimentara de los gestos sencillos, que no por repetitivos y esperados dejan de tener encanto, todo lo contrario: desde los más clásicos ?una mañana de sol invernal o la lectura de un artículo que nos apela y conmueve? a los más alternativos ?encontrar en un mercadillo el tebeo que nos encantó a los cinco años o el vestido de tus sueñosa precio de saldo?.
Con el ánimo declarado de brindar por la vida, he escrito estas páginas en las que hay experiencias, pensamientos, reflexiones y una elaboración periodística de la propia existencia, que es, a fin de cuentas, el trabajo al que uno se ha aplicado toda la vida, a veces preguntando y en ocasiones preguntándose el porqué de tantas cosas.Quiero compartir con mis lectores unas conclusiones que ahora más que nunca es necesario que no olvidemos: una sonrisa, un poco de ánimo, ganas de remar, espíritu para ir a favor de obra y una cierta desmitificación para no tomarse demasiado en serio resultan esenciales para sentirse razonablemente a gusto con lo que se es y lo que se tiene. En pocas palabras, para no ansiar, necesitar ni pretender cambiarse por nadie. En eso estamos...ANTONIO SAN JOSÉ