Cuando una carta anónima anuncia que durante la misa del Día de Difuntos se cometerá un crimen en Saint-Fiacre, el pueblo natal de Maigret, en Bretaña el comisario debe regresar a sus orígenes para evitarlo. Al terminar la misa una feligresa ha muerto, como se había anunciado. Y Maigret, a pesar de haber estado presente y atento, no ha visto absolutamente nada que le permita saber quién o quiénes han cometido el crimen. Con sus habituales paciencia y perspicacia, el comisario deberá internarse en los secretos de toda una comunidad, un mundo en vías de desaparición donde la pequeña noblesa local pretende dictar la ley sin miramientos ni compasión.