?Carpe diem? -goza el día-: con estas palabras invitaba Horacio a los romanos a que disfrutaran de los placeres de la juventud. La invitación de Pino, sin embargo, asomado como está a la puerta de la vejez, se dirige a todos sus lectores, a los que sitúa, como él mismo, en el umbral de lo desconocido. El júbilo que muestra en este gesto impide que la sombra de la nostalgia oscurezca el tiempo recordado. Y con la alegría del que borra las huellas levanta su pañuelo para no decir adiós a nada, ni a la infancia, ni al eros, ni a Dios ni a Castilla. Asomado con él a esta nueva claridad, el curso de sus versos se remansa para desembocar en un mar tranquilo. ?He de yacer, lector, junto a tu olvido con mi gozo completo?, nos dice el poeta, mientras ofrece su ?claro decir?, con su aroma radiante y su color suave y agreste, como un ramo de lilas. Una mano cansada ha reunido en este ramo la profundidad del pozo y la levedad del vuelo, el entusiasmo y la ironía, la armonía y la disonancia? sobre estos cimientos se levanta, desde siempre, la obra de Francisco Pino. Goza, vive -nos dice-, para mí es único este día.