«El que sabe no habla; el que habla no sabe», señala el Tao Te Ching, y Alan Watts dice: «Hay que evitar dos extremos al escribir sobre el Zen: uno explicar tan poco que el lector quede completamente perplejo, y el otro, explicar tanto, que el lector crea que entiende al Zen». Porque no se comprende el Zen más que lo que se comprende el respirar o el hablar. El hombre prudente respira y habla.
El Zen es la esencia y el valor de la vida, lo que la hace digna de ser vivida.
Como el Zen usa y descarta todas las formas, ya sean de pensamiento, palabras o sustancia material, no puede ser descrito en términos de forma. El Zen, como sendero inmediato, directo, «repentino», hacia el Conocimiento, es único en la historia y en el estado presente de la experiencia espiritual. Excluye los mecanismos de la filosofía, la mediación de la religión y los recursos prácticos del ritual y la magia. Se eleva, con las manos vacías, desde el nivel de la vida cotidiana hasta las alturas del conocimiento espiritual