Una pequeña joya, una bellísima carta de amor incondicional, una hermosa lección de vida. «Querido Mathieu, querido Thomas, cuando érais pequeños, tuve muchas veces la tentación en Navidad de regalaros un libro, uno de Tintín, por ejemplo. Podríamos haber comentado juntos el libro, porque yo conozco bien los libros de Tintín, los he leído muchas veces. Pero nunca lo hice. No valía la pena, no sabíais leer y nunca aprenderíais... Decidí escribir un libro para no olvidarlos, para que quede algo más de ellos que una foto en un carnet de invalidez... Cuando hablamos de niños disminuidos, se nos pone cara de circunstancias, como cuando hablamos de una catástrofe. Por una vez, quería probar a hablar con una sonrisa. Me han hecho reír hasta las lágrimas con sus chorradas, y no siempre involuntariamente. Gracias a ellos, tengo muchas ventajas sobre los padres de los niños normales. No he tenido que sufrir ni con sus estudios ni con su orientación profesional.» Escrita desde la sonrisa, el estupor, la tristeza, la ternura, la esperanza y el dolor por los que pasa un padre a medida que descubre, acepta y asume las limitaciones, tanto físicas como mentales, de sus dos hijos. Un libro extremadamente emotivo y conmovedor, que huye de la autocompasión y procura decir las cosas por su nombre, revelando una lúcida compresión de lo que supone cualquier tipo de paternidad. Un libro distinto sobre una realidad muy dura, la de los niños disminuidos, escrito con ternura y sentido del humor.
«Hasta este momento, no había hablado jamás de mis hijos. ¿Me daba vergüenza? ¿Huía de la compasión de los demás? Quizás una mezcla de todo ello.Ahora que el tiempo apremia, que el fin del mundo está cerca y que cada vez me descubro más biodegradable, he decidido escribir un libro. No quiero olvidarlos, ni que sólo quede de ellos una foto y un carné de invalidez.Quiero escribir cosas que no les he dicho nunca. Hablar de mis remordimientos. A veces no he sido un buen padre. Muchas veces, simplemente no los soportaba, me resultaba difícil quererlos. Con ellos necesitaba la paciencia de un ángel, y la verdad, no soy un ángel. Cuando se habla de niños discapacitados, se suele poner cara de circunstancias, como al hablar de una catástrofe. Por una vez, quería hablar con una sonrisa, y es que me han hecho reír tanto con sus chorradas..., ¡y no siempre involuntariamente!Gracias a ellos, tengo ventajas que no tienen los padres de los niños normales: no he tenido que preocuparme de si era más conveniente el bachillerato científico o el de humanidades, ni de qué debían estudiar ni de qué harían en la vida. La respuesta estaba clarísima: nada.Y, muy importante: durante años me he beneficiado de aparcamiento gratuito. Gracias a Mathieu, gracias a Thomas, mis pequeños pajarillos, he podido conducir alegremente un inmenso automóvil americano.» Jean-Louis Fournier «¿Qué hacer? ¿Llorar? ¿Lamentarse? ¿Maldecir a Dios, al cielo y a la tierra? ¿Rebelarse? ¿Resignarse? ¿Apiadarse? Tras tantos años de pruebas en silencio, Jean-Louis Fournier ha elegido el humor. Casi la risa. Humor negro y una sonrisa luminosa, salvífica.» Bernard Pivot