Algo falla en la lógica del argumento demográfico con el que banqueros, políticos, altos funcionarios, grandes patronos y otros agoreros atentos a la voz de su amo, pronostican la quiebra de las pensiones públicas en 2040.
Ante la hipótesis de un acusado envejecimiento de la población en esa fecha, el pago de pensiones sería un problema secundario frente al colapso generalizado que originaría la escasez de trabajadores jóvenes. No se podrían atender las redes viarias, los aeropuertos, los hospitales o los centros de enseñanza. Ni cubrir la plantilla de los cuerpos militares y policiales encargados del orden público y la defensa nacional. ¿Quién trabajaría en las fábricas, oficinas, comercios, medios de transporte y barcos de pesca?
Los apocalípticos profetas de la quiebra de la Seguridad Social mienten con el mayor de los descaros. Ocultando que el continuo incremento de productividad obtenido gracias al avance tecnológico permite mantener la producción y las ganancias con una cantidad menor de mano de obra.
Es preciso acabar con esa perversa costumbre por la que, mientras todos los gastos del Estado se costean con los impuestos generales, las pensiones las sufraga en exclusiva el bolsillo de los trabajadores. Que pagan así, por partida doble, cotizaciones sociales e impuestos generales.
A raíz de la penúltima crisis del capitalismo, los gobiernos han movilizado ingentes cantidades de dinero del trabajador contribuyente para acudir en socorro de los banqueros en apuros. Habiendo contraído una enorme deuda con la sociedad que los ha salvado de la quiebra, los bancos deben ahora contribuir con sus ganancias a evitar la quiebra del Estado del Bienestar.
La Seguridad Social no es un capricho, sino una de las conquistas con las que el movimiento obrero humanizó la sociedad para alejarla del estado de las bestias. Algunos propugnan hoy volver a ese estado recuperando un capitalismo salvaje que despertaría violentas respuestas. Si los gobernantes y legisladores hincan la rodilla ante el poder económico, nuestro deber como ciudadanos es aprestarnos a la defensa civil de las formas solidarias de convivencia.
Ciudadano Pérez (Madrid, 1948) es periodista e inventor de libros tales como: Manual Práctico para la Desobediencia Civil (Pamiela, Pamplona, 1994); Itoiz: de la desobediencia civil al ecosabotaje (Pamiela, Pamplona, 1996); Política para los muertos civiles (Primer premio Certamen sindical 1º de Mayo, 1997); Crítica de la labor pura (Monografías Cedesc, Barcelona, 1998); Rebelión en la sociedad civil (Flor del Viento, Barcelona, 1999); Diccionario del Paro y otras miserias de la Globalización (Debate, Madrid, 2002); Manual del Manifestante (De Bolsillo, Barcelona, 2005); 69 razones para no trabajar demasiado (El Viejo Topo, Barcelona, 2010).